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Manuel Salinas. Abstracto estricto |
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9 de mayo - 22 de septiembre de 2024 Tras años de formación autodidacta en los que pinta retratos, que expondrá en el Club La Rábida en 1962, y de unos paisajes boscosos, sombríos y barrocos que mostrará en la mítica galería sevillana La Pasarela en 1965, Manuel Salinas (Sevilla, 1940-2021) llegó a la abstracción en los años 70 gracias a sus estancias en París, donde tuvo un estudio, y en Cataluña, de la que procede su familia materna, lo que le permitió entrar en contacto con las vanguardias internacionales. A mediados de la década, de vuelta a Sevilla, practica una abstracción minimalista, más cerca de lo que se hacía en Madrid, en torno a la galería Buades, que de los otros abstractos sevillanos. Aun así, en esta época no se desvincula de su ciudad y propiciará un experimento de gran trascendencia, el Centro de Arte M-11. Juan Manuel Bonet, uno de los integrantes del equipo artístico de M-11, dirá de esos años 70 que Salinas fue el pintor abstracto que «más se ha perdido antes de encontrarse», algo que no se produce hasta finales de la década, cuando se encuentra con el lenguaje del expresionismo abstracto, donde la velocidad y la libertad del gesto pictórico abren el espacio plástico que las masas de color aisladas ocupaban como en una partitura musical. A partir de ese momento, una vez definido su campo de acción, con el carácter autónomo y autorreferencial del lenguaje abstracto, no tiene mucho sentido hablar de época o etapas en su producción. Salinas se definirá en cuantas ocasiones fue requerido para ello como abstracto estricto y en esta fórmula feliz, casi un juego de lenguaje filosófico, se resume tanto su ideario artístico como toda su trayectoria. Convertido en una figura indiscutible en la abstracción española de finales del siglo, esa pervivencia en Salinas de la misma gramática pictórica no cuestiona el tiempo en el que se realizan las obras, sino las posibilidades del lenguaje. Manuel Salinas es de esos pintores que pintan el mismo cuadro una y otra vez, siempre igual y siempre distinto, sin rastro de monotonía porque cada cuadro encierra una versión nueva pero muy reconocible de lo que entiende como imagen ideal de la pintura. Sólo que esa imagen ideal no responde al ideario platónico, no existe en realidad de forma previa, sino que se crea poco a poco en cada cuadro. Cuadros todos sin título porque todos son la misma pintura. Pintura Pintura es el idea.
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